Mucho
tiempo aquí.
Entre los
dedos se desvanece el humo del cigarrillo, vicio y más vicio. No importa como
huela o sus cenizas. Importa que lo hace a diario. Por gusto, por ira o por
despecho o porque si o porque no. Lo hace. ¡Mucho tiempo aquí! Desde que tiene
uso de razón, la misma casa el mismo orden, la misma cama de cubrelecho entre azul
y blanco en la mitad de la habitación. A su lado derecho el closet con jeans y
camisetas mal dobladas. Bajo la repisa
de las camisas las botas rojas y negras
que usa con frecuencia, un par de tennis color gris y zapatos elegantes que su
mamá lo obliga a usar para asistir a fiestas familiares.
Al lado
izquierdo la mesita de noche. Dentro del cajón sus gafas infaltables, una
cadena de oro que su abuela la regaló y un libro, de esos que le gustan. La lámpara es blanca , permanece encendida.
Quizá sea para que sus destellos lo acompañen en noches de insomnio, esas en
las que tarda mas de una hora en dormir. Entonces da vueltas y vueltas. Podría
contar ovejas en el techo, pero en el siglo XXI toma el celular entra a
instagram y habla por Whattsapp.
En frente,
su televisor de muchas pulgadas un equipo de sonido. Encima de los aparatos
muchos cuadros, que salieron de su puño. Tres o cuatro. Al lado, un gran ventanal que por supuesto no
tiene la vista que podria apreciarse desde un penthouse o que desde otro lugar
del mundo alguna vez ví junto a alguien con quién combinaba muy bien el color
de sus ojos.
Mucho
tiempo aquí. En las misma zozobra de lo que va a ser mañana. Siempre el
terciopelo de las sábanas y el beso diluido en la almohada. La misma casa, el
mismo café de madrugada y la misma canción.
El vaivén de la realidad y la luz que
alumbra el faro del pasillo de calle por donde camina. La misma hora del amor, la misma musa. Miles
de dudas pero pocas certezas.
Mucho
tiempo aquí y poco tiempo allá.
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