lunes, 4 de noviembre de 2013

Mucho tiempo aquí.

Entre los dedos se desvanece el humo del cigarrillo, vicio y más vicio. No importa como huela o sus cenizas. Importa que lo hace a diario. Por gusto, por ira o por despecho o porque si o porque no. Lo hace. ¡Mucho tiempo aquí! Desde que tiene uso de razón, la misma casa el mismo orden, la misma cama de cubrelecho entre azul y blanco en la mitad de la habitación. A su lado derecho el closet con jeans y camisetas mal dobladas.  Bajo la repisa de las camisas  las botas rojas y negras que usa con frecuencia, un par de tennis color gris y zapatos elegantes que su mamá lo obliga a usar para asistir a fiestas familiares.

Al lado izquierdo la mesita de noche. Dentro del cajón sus gafas infaltables, una cadena de oro que su abuela la regaló y un libro, de esos que le gustan.  La lámpara es blanca , permanece encendida. Quizá sea para que sus destellos lo acompañen en noches de insomnio, esas en las que tarda mas de una hora en dormir. Entonces da vueltas y vueltas. Podría contar ovejas en el techo, pero en el siglo XXI toma el celular entra a instagram y habla por Whattsapp.

En frente, su televisor de muchas pulgadas un equipo de sonido. Encima de los aparatos muchos cuadros, que salieron de su puño. Tres o cuatro.  Al lado, un gran ventanal que por supuesto no tiene la vista que podria apreciarse desde un penthouse o que desde otro lugar del mundo alguna vez ví junto a alguien con quién combinaba muy bien el color de sus ojos.  

Mucho tiempo aquí. En las misma zozobra de lo que va a ser mañana. Siempre el terciopelo de las sábanas y el beso diluido en la almohada. La misma casa, el mismo café de madrugada y  la misma canción.  El vaivén de la realidad y la luz que alumbra el faro del pasillo de calle por donde camina.  La misma hora del amor, la misma musa. Miles de dudas pero pocas certezas.


Mucho tiempo aquí y poco tiempo allá.